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Cultura

El mapa y el territorio: cartografías abiertas para la cultura

Categoría:
Explorar
Publicado:
23/10/2020

Explorar es asumir que no se tienen certezas. Y, cómo no, que se tienen grandes pasiones. Al explorar se avanza de modo constante hacia un horizonte que siempre invita porque nunca se alcanza. Precisamente en eso consiste la cultura, en una búsqueda continua para componer una sociedad que no se acaba de construir. Por eso, no podemos interpretar la cultura como precisión sino como  expectativa, un lugar para el tránsito, para el descubrimiento y el crecimineto, para generar nuevos marcos relacionales que nos nutran.

Tampoco debemos olvidar que la cultura no refleja la realidad sino que la interpreta. Que el conocimiento que tenemos de nuestro mundo, la actitud hacia él, nuestro comportamiento es, en realidad, una traducción de lo que percibimos. La cultura, se puede decir en este sentido, es la que crea los espacios donde nos movemos como seres sociales, además de un compendio de nuestros conocimientos y sensibilidades. Por eso es importante construir impulsos que actúen sobre ella para traducir esas señales, esos símbolos y signos.

También debemos convenir que la cultura “habita en lugares”. En escenarios que es imprescindible comprender desde una “antropología del lugar” contemporánea, es decir, desde la perspectiva integrada de lo local y lo global, de lo presencial y lo digital. Esas son las coordenadas que construyen unas nuevas cartografías de la cultura.

Por qué un modelo cartográfico. Quizá la principal razón sea porque una cartografía abierta nos anima a la curiosidad permanente, a un pensamiento cinético que convierte las ideas y los recorridos en experiencias desahogadas y múltiples. Porque propone sin disponer y permite que el viajero señale y decida su recorrido. Y también porque permite plantear de modo resuelto lo que, a mi modo de ver, debe tener cualquier acción sobre la cultura: una dosis prospectiva que analice las tendencias y las inclinaciones de futuro; una dosis proyectiva que ponga sobre el terreno las acciones necesarias para cubrir las necesidades y las tendencias detectadas; y una dosis reactiva que revise lo realizado y examine su pertinencia.

Por ello, no sólo se trata de habilitar un mapa de recursos, que también, sino de sugerir una herramienta que permita descubrir esos lugares que componen la cultura desde su más amplio sentido. No en vano la más profunda misión de un mapa es la de despertar la ilusión, el interés por el viaje, el deseo de aventuras, la esperanza por descubrir caminos. De ahí la propuesta de un mapa abierto desde el que generar nuevos trazados, emociones que aglutinen ideas, pensamientos y criterios que agrupen procesos en una idea de desarrollo humano y urbano a través de una «nueva cultura de la cultura». Explorarla desde los matices de lo cotidiano es hacerla extraordinaria, es sacarla de alguna manera de su cápsula y ponerla en un espacio de búsqueda, es hacerla no permanente y derivarla en costumbre ciudadana.

En definitiva lo que aquí va a aparecer es una especie de catálogo de destinos que pueden intercalarse y componer un buen número de itinerarios susceptibles de completarse, alterarse y ampliarse al gusto del viajero. El mapa como instrumento cohesivo para señalar recorridos de interés colectivo. Esto es, en definitiva, este proyecto: un mapa abierto que nos propone caminos para alcanzar una cultura crítica, abierta y creativa. Una narración coral.

Todo mapa, uno como este, lo que de verdad pretende es ensalzar y reforzar el criterio de la ciudadanía y de creadores y creadoras. Reforzar la iniciativa cultural frente al seguidismo y reproducción de tendencias. Ofrecer la oportunidad de explorar mundos imaginarios e imaginados al margen de las siempre perceptivas recomendaciones de un vértice piramidal que nos aboca a un cierto estancamiento cultural. Porque la cultura no sólo existe en los grandes espacios, en las grandes representaciones. Ni siquiera existe únicamente cuando se representa, se expone o se celebra. Existe en cualquier momento y en cualquier rincón. ¿Dónde está la cultura que ocurre? En cualquier recoveco de ese mapa que proponemos. Por eso una cartografía abierta para la cultura no sólo cumple una función orientadora sino que estimula la búsqueda y la descubierta de nuevos recorridos, de nuevos lugares. Y lo hace permitiendo que esas descubiertas se compartan ampliándolo con las señales aportadas y compartidas. La cartografía actual de la cultura local requiere de una minuciosa revisión que actualice sus coordenadas

¿Cuál es la magia de los mapas? Que animan a conectar. De las grandes rutas a las humildes sendas. De las grandes catedrales a las pequeñas cabañas Walden. Usemos el transporte colectivo y público, para trasladarnos por estas geografías de la cultura. Pero montemos también excursiones, compartamos vehículo y cojamos, si podemos, mochilas que nos permitan explorar por nuestra cuenta la riqueza de una cultura abierta y múltiple. ¿Y si hacemos paseos de Jane por la cultura? ¿Y si avanzamos en la deriva de Debord?

Una sugerencia, pongamos en los cruces de caminos centros para la atención primaria de la cultura.